Para mí, Dios me encontró en medio de toda la suciedad y oscuridad de mis pecados. Me encontró golpeada por Satanás. Me encontró con cadenas sobre mi cuello y mis hombros y me encontró sin ni una esperanza. Pero él paró, se agachó, me miró a los ojos y me tocó. Con mucho cariño, me levantó. Me llevó a un lugar seguro, donde quitó con mucho cuidado mis cadenas. Quitó mi ropa sucia. Me lavó, atendió mis heridas, y me dió todo lo que necesitaba para empezar a sanarme. Me atendió con un amor tan fuerte y tan sincero. Confié en ese amor que me había encontrado, confié en sus palabras de vida y de esperanza. Sané y empecé a caminar con mi salvador. 

Cuando Dios me salvó, cambié por completo. Un nuevo corazón me había dado, limpio ya que mis pecados ahora están totalmente perdonados. Ese nuevo corazón ya no me permitió ver con ojos de indiferencia, sino que me dió un anhelo de apreciar y cuidar de toda la creación de Dios. Cada cosa que sus maravillosas manos hizo, yo lo aprecio. Entendí que Dios no hace las cosas por gusto. Me veo en las personas perdidas en el mundo, caminando un camino que las llevará a un lugar aún más oscuro. Me veo en los animalitos tirados en la calle, sin la fuerza para poder levantarse, los que andan con sus heridas, en huesos, encadenados, sin ni una esperanza para poder terminar su sufrimiento. Me veo en los niños abusados, golpeados, sus corazones destrozados, sucios y descuidados. Y recuerdo muy bien lo que EL SEÑOR hizo por mí. Como no lo puedo hacer por ellos? Como no los puedo yo levantar, sanar y enseñar ese mismo amor, darles esas mismas palabras de vida y de esperanza que ÉL me dió a mí?